ENTREVISTA A SERGIO GARCÍA MAGARIÑOS

Por: Lucía Oliveras  

Doctor en Sociología y especialista en Educación y Desarrollo Social. Miembro investigador del Instituto I-COMMUNITAS de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).  Cofundador y director del Instituto para el Conocimiento, la Gobernanza y el Desarrollo Global desde donde puso en marcha en 2018 el Lab Torrelodones, invitado por la concejalía de Desarrollo Local del Ayuntamiento de Torrelodones.

“EL Lab Torrelodones es pionero por tomarse en serio los valores más cálidos de la buena gobernanza como son la colaboración, la confianza y el trabajo por el bien común”   

¿De dónde proviene la idea del Lab Torrelodones?

De la necesidad de crear un instrumento estable casi institucionalizado que sobreviva a personas y a partidos políticos y que permita materializar todas las reflexiones en torno a los mecanismos más innovadores de gobierno. La concejala de Desarrollo Local, Mª Antonia Mora y la entonces gestora del coworking La Solana, Sholeh Hejazi, me invitaron en 2018 para hacer un diagnóstico sobre el futuro de las políticas de Desarrollo Local en el municipio. Lo que normalmente falla es la forma de hacer políticas públicas y lo estratégico es hacer que las personas y las organizaciones se impliquen y colaboren.

El Laboratorio de aprendizaje colectivo (Lab) es un instrumento político diseñado para aplicar todo lo relacionado con la buena gobernanza  y articular mediante la cogestión el futuro de las políticas de desarrollo de Torrelodones.

El primer ajuste fue transformar lo más tradicional del networking empresarial en un espacio para aprender, colaborar y crear confianza. Tomamos el modelo de los laboratorios sociales y de forma incluyente sumando también a organizaciones sociales y a la vecindad. El esfuerzo fue dotarlo de calidad y llenarlo de contenido generando una cultura de aprendizaje colectivo. No es el modelo de los Consejos Ciudadanos, que aunque institucionalizados, tienen el problema de funcionar en la práctica como intercambios de intereses o expectativas.

Dices que es pionero el Lab Torrelodones..

Si, en tomarse tan en serio las dinámicas culturales que son atípicas en nuestra sociedad actual: los valores más cálidos de la buena gobernanza como son  la colaboración, la confianza y el trabajo por el bien común. Ha sido de gran ayuda el hacer siempre explícita la filosofía del Lab, el tener un decálogo, el trabajar los liderazgos y dar formación en la coordinación de grupos. Actualmente dirijo otro proyecto con 12 equipos de gobierno locales y la Diputación de Gipuzkoa y siempre pongo como ejemplo la experiencia en Torrelodones.

¿Qué desafíos y oportunidades nos propone la buena gobernanza?

La noción de gobernanza encierra dos dimensiones, una es la reflexión sobre los cambios y el agotamiento de los modelos tradicionales como son la soberanía nacional ilimitada, la globalización desterritorializada, la verticalidad, la toma de decisiones basada en certezas, el liderazgo unilateral… Y por otra parte, las nuevas respuestas a estos tiempos complejos y sofisticados que exigen métodos y principios innovadores. Hay  tipificados más de 20 métodos de buena gobernanza que ya se están aplicando, pero es un campo en expansión, a medida que surgen más experiencias eficaces.

La pandemia de la COVID nos ha demostrado que tenemos carencias en las respuestas colectivas. Daniel Innerarity, filósofo y ensayista vasco,  apunta que “los problemas globales se viven en el barrio”. Hay una serie de amenazas generales como son, por ejemplo, el cambio climático, el envejecimiento de la población, la viabilidad de los sistemas de protección social, el impacto de la robotización sobre la organización del trabajo, la privacidad, el terrorismo islámico o la cuestión energética.  Son grandes temas que necesitan de la cooperación multilateral entre los Estados, pero también son retos de acción local y comunitaria frente al individualismo, porque ante problemas colectivos solo hay respuestas colectivas. Tampoco hay  que olvidar que además subyace como un veneno el propio conflicto como eje de articulación de la vida social.  Por ello, el nivel más importante es construir en lo local, pero con apertura hacia afuera, como hace el Lab Torrelodones,  un modelo de aprendizaje colectivo que genere conocimientos para afrontar estos grandes desafíos.

¿Qué hay que tener en cuenta para poner en funcionamiento el aprendizaje colectivo?

El conocimiento experto no es el único tipo de conocimiento necesario, aunque sea fundamental. Se necesita una reflexión constante sobre la acción entre el tejido empresarial y la vecindad. La búsqueda es hacia un modelo de desarrollo del municipio que tenga mayor resiliencia. Hay que aprender de la práctica, sistematizando las experiencias para la toma de decisiones futuras, buscando una interacción de saberes con las tradiciones de los lugares e incluso sus valores morales y espirituales. Hay que tener una actitud de aprendizaje humilde y tener método, como podría ser la deliberación consultiva. Conocemos diferentes modelos: el modelo jerárquico donde manda el que tiene la posición de poder; el modelo de la negociación que funciona por intereses aunque exige algunas renuncias; y el asambleario que es igualitario pero se impone el que insiste más o tiene carácter más fuerte. Por el contrario, en la deliberación consultiva[1] todos expresan sus ideas de forma asamblearia, pero los compromisos son que las ideas expuestas pertenecen al grupo o que se desecha la insistencia en el propio parecer para que tome la dirección del Bien Común. La idea decidida tiene que contar con todo el apoyo y es en la práctica donde se confirma su idoneidad.

El Lab Torrelodones lleva 3 años de andadura y en el proceso puede haber dificultades (gestión, proyectos..) pero también beneficios que deben prevalecer….

Las experiencias de la buena gobernanza tienen que estar implicadas con la Administración Pública, si no, tendrá problemas de coordinación y de recursos. La idea es que el Lab sea un instrumento de la Polis (Política) para la gestión de lo Común. Desacreditar la política invalida este proceso. Lo que hay que evitar es que se use como marketing político, pero si la filosofía está clara y se habla entre todos, el Lab tiene la capacidad de absorber esa pequeña tensión.

Otra dificultad es cuando la gente llega al Lab con el interés de que el ayuntamiento les contrate. Por esto diseñamos el decálogo para marcar aquellas relaciones que benefician al colectivo. Por una parte, los empresarios tienen intereses legítimos y con reciprocidad y sinergias se pueden dar intercambios mutuamente beneficiosos.  Por otra parte, la interlocución del ayuntamiento con el tejido empresarial y la vecindad genera confianza y éste puede recurrir a la gente que conozca mejor pero sin caer en el clientelismo. Y el Lab además puede articular una acción altruista y colaborativa. En Gipuzkoa se están creando proyectos ciudadanos experimentales tras identificar un reto estratégico. A través de un concurso anual y una comisión imparcial se sugiere el proyecto que se va a llevar a cabo,  revisando su viabilidad.

En definitiva, el Lab será lo que la gente quiera. Sin mucha complejidad, no creando competencia a lo existente,  evitando las lógicas instaladas, que la imagen no prevalezca a la acción. El Lab es dinámico, está vivo para el aprendizaje y para afrontar desde lo local los grandes desafíos actuales.

 

 

[1] Ver una explicación más detallada de la deliberación consultiva en el artículo de El País